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ENTREVISTA

Gastón Salgado, protagonista "Rocha"

 

“Cuando voy a Las Condes, yo también me siento inmigrante”


Para el actor,  la temática del montaje que Interdram estrena este viernes en Teatro Camino, se sustenta en la tensión centro-periferia y  en cómo los que pertenecen a ese territorio excluyen a los que no. “Yo tengo rasgos que en este país definen a un malo. Mira, él es moreno, tiene los pómulos marcados, él es malo. Esos son los estereotipos que esta obra ayuda a derribar”.

Por Claudia Palominos

Invitado por Ana López Montaner a formar parte de Rocha, cuando la obra  todavía era una incipiente postulación a Fondart, Gastón Salgado decidió sumarse al proyecto que hoy protagoniza junto a Daniel Antivilo. “Conozco el trabajo de Interdram y de la directora, me parece que están haciendo cosas muy interesantes por eso acepté la propuesta”, recuerda sobre los inicios de la puesta.

Apenas terminó las grabaciones de la nueva serie de Mega, Pega Martín pega, en la que encarna a al propio Martín Vargas, Gastón se incorporó al elenco para interpretar el papel de Luchin, el menor de esta  pareja de hermanos inmigrantes que busca construir su propia patria. “Es un viaje sin retorno”, dice sobre el primer montaje que completa todo el proceso propuesto por la Agrupación de dramaturgos y creadores, Interdram; escrito por Felipe Vera y que el próximo viernes 19 de agosto se estrena en Teatro Camino.

"Aborda el ser inmigrante como un concepto: ser parte de la periferia, no pertenecer al centro. Y en ese sentido, es muy universal.  La gracia de estos dos personajes es que deciden tomarse una loma y crear su propio estado con sus propias reglas, idioma, religión, hasta sacrificios. Además de la inmigración, habla entonces de la realidad, qué es y cómo se construye. Finalmente, lo que entendemos como tal, no es más que ponerse de acuerdo en unas cuantas convenciones. Despeja ciertos ruidos con respecto a  qué es pertenecer a algo". 

Habla sobre poder…


El texto es una tesis en formato de monólogo. Para llevarlo a escena decidimos proponer una contraposición de fuerzas a través de dos personajes que, si bien son hermanos, ven la vida de manera diferente. Román (Daniel Antivilo) representa el odio, el resentimiento, la madurez, la falta de esperanza, pero también en su relación es el poder,  el Estado… Luchin es el pueblo, el dominado, que encarna lo ingenuo, lo infantil, lo bondadoso, pero que también tiene un lugar instintivo. Luchin no habla, pero por una decisión suya, para manifestarse luego de un evento traumático, decide que no se emitan sonidos de su boca. Lo suyo es una protesta.  

 

Interpretar un rol sin voz debe ser un gran desafío.


No hablar es súper complejo, pero un gran ejercicio. Al final, la palabra siempre miente. En todo lo que se dice siempre hay un subtexto que está en la acción. Uno nunca dice lo que realmente quiere decir. Abordar a Luchin como personaje tiene que ver con encontrar la honestidad de las acciones. Tuve que encontrar la ingenuidad de un niño y, si bien no lo soy, sí me representa. De lo que he hecho en teatro, es lo más cercano a mí, a mi forma de ser y de pensar. 

¿Cómo prepararon sus personajes?


Daniel justo tuvo una gira por Suecia y Portugal con una obra entonces aprovechó de observar en ese contexto. Yo también fui a diferentes partes, es que finalmente uno está siempre observando lo que te pasa a ti y al entorno. Eso es muy importante, pero aún más fundamental para mí es estar consciente en escena.  Partimos de la nada y yo voy construyendo la escenografía. No hablo, pero estoy constantemente accionando, generando el estímulo para que no sea un discurso, sino una acción. Tengo que estar súper atento.

 

¿Qué destacarías de la puesta en escena?


Es muy cinematográfica, tiene varios planos narrativos. Si bien está el monólogo, que es el plano textual, está el de las acciones concretas que es permanente. Esta la capa musical, que es muy importante porque construye atmósfera. La iluminación, la escenografía, que son increíbles. Son muchas líneas que dan forma a una pieza teatral muy contemporánea. Es muy inteligente lo que la directora (Ana López Montaner) ha encontrado: planteando que en este montaje comienza desde una verdad.

¿Qué otros ejes temáticos te parecen interesantes?


La relación de los hermanos  es un tema potente. En este caso, ambos sometidos a muchas carencias afectivas, emocionales. No crecieron con sus papás porque los mataron. Obviamente hay un resentimiento al respecto. También por pertenecer a cierto estrato social. Yo soy de San Joaquín, Antivilo de Puente Alto, entonces tiene un peso. Somos morenos. Cuando voy a Las Condes, yo también me siento inmigrante.

¿Por qué?


Porque la gente te lo hace sentir. A Daniel la otra vez lo pararon en el metro y eso que es un artista, pero la gente de allá no lo conoce y le tiene miedo, a mí también. Es muy interesante que la obra se haga cargo de eso porque son cosas que pasan. Uno de repente las obvia, pero en mi caso,  marcaron toda mi vida. Yo soy inteligente y me valido a mí mismo, sé que son lugares sin importancia, pero mentiría si dijera que no me he sentido marginado. Que no me determine, no quiere decir que no ocurra, ni que deje de afectarme.

 

Eso apoya también el montaje


Aquí todos representamos algo. Hay una historia detrás, todos somos de la periferia. Es un lugar del que tenemos conocimiento para hablar. Quizás no somos peruanos ni colombianos, pero está esa sensación de no pertenecer, de que te han expulsado, de que alguna vez, o muchas, te han dicho “No, usted no”.

¿Cómo ves al país en ese contexto?


Estamos en un momento en que el oprimido se está manifestando, está cansado. Chile ahora es un país multicultural, entonces este tema es más que contingente. Más adelante seguro habrá atletas, actores, futbolistas chilenos y morenos, de raza negra. Los países tienen edades, el nuestro –por la dictadura–  es medio adolescente, pero creo que está encaminado, que va a poder lograr algo, desde otro lugar que tiene que ver con lo artístico. Esta obra, por ejemplo, aunque muestra el resentimiento, no se plantea desde ahí. Es emotiva.  Como sociedad nos estamos liberando y vamos a construir con una nueva mirada, desde el amor, básicamente. 

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