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ENTREVISTA

 

“Me aburre el teatro que parece cine".

 

Benjamín Villalobos.

por Bruce Gibbons. Enero 2016.

Benjamín egresó de Actuación en la Universidad Católica el 2014. Ha tomado cursos y talleres de dramaturgia y poesía con varios autores, que incluyen: Luis Barrales, Gabriel Calderón, Paula Ilabaca, Valeria Meiller, y Sesiones de trabajo de Interdram, dirigidos por Ana López y Felipe Vera. Tiene dos estrenos a su nombre: Que se mueran los feos y Cuando explote la tercera bomba. Este jueves 28 de enero, Interdram presenta una lectura de su nueva obra, La larga noche que Edgardo muere, en el marco del Festival Internacional Santiago Off.

 

 

Me gustaría comenzar esta entrevista con las siguientes preguntas: como dramaturgo, ¿de qué te interesa escribir, y de qué no? Y luego: como dramaturgo, ¿qué te interesa ver, y que te interesa leer?

 

En el teatro me aburren los dramas tradicionales de familias disfuncionales, el realismo en su peor versión, medias gringas, solemnes. Sobre todo me aburre lo solemne. Me aburre el teatro que se cree importante, que no se baja del pedestal de la intelectualidad política. -Eso no quiere decir que no me guste ese pedestal, solo no me gusta en el teatro-.

 

Me aburre el teatro que aburre. Me aburren las cosas que se parecen a la vida cotidiana. Me aburre el teatro que parece cine.

 

Estos últimos años me ha dado por leer, escribir y ver todo lo que no sea eso: la ciencia ficción, lo bizarro. Rick and Morty es mi serie favorita de estos días. Me gusta lo que ocurre en el teatro. Lo que no tiene cabida en otro formato. Aunque para leer soy más abierto: ahora estoy pegado con una novela preciosa de Alan Pauls -que no tiene nada de ciencia ficción-.

 

 

El año pasado tuviste un estreno en Santiago y este mes tienes una lectura en el Festival Santiago Off. ¿Qué relación ves entre ambas experiencias?

 

Casi nada. Son obras muy distintas. Una era mi primer acercamiento al teatro con la ciencia ficción. La subtitulé “un drama transdimensional”, para que desde un principio quedara claro el ejercicio que estábamos haciendo. Quizás fallamos, pero para mí estuvo bien. La lectura de ahora es nada que ver. Es más pop, incluso más naif, o hípster, así peyorativamente dicho.

 

Quizás tienen en común mi mano para escribir. Hago un intento por contar cosas nuevas que creo que aportan a la escena local joven. Quizás a nadie le importan. Eso no quita que siga intentando que las ficciones que invento sean  jugadas, dinámicas y escritas para ser actuadas. En algún lugar, quiero evocar siempre a la alegría. Cosas menos importantes. Más en broma que en serio. Igual, creo que soy muy joven aún, por eso mis proyectos son tan dispersos. Puede que mañana cambie de opinión.

 

 

¿De dónde nace la idea tras La larga noche en que Edgardo muere?

 

Hace tiempo con unos amigos músicos con los que hacíamos teatro, quisimos hacer algo sobre una relación poliamorosa. Un poco por lo lejana que nos es esa forma de afecto, pero a la vez por lo fascinante que puede llegar a ser. La idea quedó en eso y la retomé para trabajar con Interdram.

 

La obra relata la última noche en que Edgardo estuvo vivo, por más que el título diga que Edgardo muere. Es una apología a la vida libre. Así de engrupido te lo digo. Es una situación alargada en la que pasa de todo: viajes -algunos en el tiempo-, gatos que hablan, drogas duras, sadomasoquismo, amor, sexo, comida china, mostaza, arte-performance, abortos, fiestas, más amor, más sexo, más drogas duras, más viajes y dos muertes. ¡Chan!

 

 

¿Cómo ves representada la bisexualidad y el poliamor en el teatro chileno?

 

No los veo representados en el teatro, ni en la tele, ni menos en los debates públicos. Quizás está presente en un cine más abanderado con la lucha de género. Yo no tengo esa lucha. Me meto más voyerista a hablar de esto, más barsa, quizás más ingenuo. Más desde la literatura y el cine, más desde la ficción, que de mi propia vida cotidiana. Eso me gusta. Porque así las cosas que escribo no se tratan de mí, sino de las cosas que imagino, que son súper pop, porque están basadas en referentes culturales que todos podemos llegar a manejar, con tantas cosas que ver en internet o en los libros o en los cines. Poco en el teatro.

 

 

También hay un gato que habla. ¿Cómo ves representados los gatos que hablan en el teatro chileno?

 

Eso es una broma. Es mi personaje favorito. Podría ser la alucinación de uno de los personajes, pero también un verdadero gato que habla, dotado de existencia plena. Me quedo por esa opción. Además es muy elocuente.

 

 

Luego de trabajar tu texto La larga noche en que Edgardo Muere en las Sesiones de trabajo de Interdram ¿crees que la forma en que escribes ha cambiado con este proceso?

 

Un montón. Como decía antes, creo que soy muy joven. Aún estoy aprendiendo a escribir.

 

Cada taller que tomo, cada instancia de retroalimentación, de trabajo, me encantan. Aprendo mucho y me gusta aprender. Lo paso bien. Además, los chicos de Interdram tienen un proyecto genial, en su forma de concebir los aprendizajes y el desarrollo de la escritura.

 

Una amiga escritora una vez me dijo que en algún momento se vuelve indispensable el diálogo con los otros para seguir escribiendo. De otra forma, ya me es casi  imposible. Sobre todo para el teatro.  Si no se vuelven ejercicios quizás masturbatorios o sentimentales que no tiene por qué ser compartidos. El teatro o algunas de las cosas que escribo las hago para compartirlas. Otras no. Con esas no me meto.

 

 

¿Cómo ves el futuro de la dramaturgia chilena en relación con estas instancias nuevas instancias de desarrollo?

 

El curso de la dramaturgia chilena lo veo siempre difuso.

 

Hay tanta gente pensando -y otros penando-, escribiendo, haciendo sus obras, que se me es difícil verlas todas, por lo que es difícil hacerse una idea del futuro. Tengo la sensación de que estamos medios perdidos entre lo nuevo y lo viejo, por esquematizarlo de alguna manera, y eso nos tiene mal, porque ni siquiera sabemos qué es lo nuevo y qué lo viejo. A eso súmale lo ingrato que es el teatro y da como resultado obras rarísimas -por no decir malísimas-, obras que casi nadie ve, o incluso que casi no le importan a nadie, que no provocan nada. Eso sí, tengo amigos de los que soy fan y sigo su trabajo. También de gente más consolidada, aunque me gustaría ver muchas más cosas nuevas geniales. Creo que estas instancias sirven para fomentar esto. Me gustaría que sean mucho más valoradas como ejercicios creativos que como resultados. Sobre todo porque creo que es muy difícil poder concentrarse exclusivamente en un proceso de creación. Interdram se la juega por eso. El Santiago off también.

 

 

¿Qué esperas de la experiencia de Santiago Off, y qué pasos siguen con este texto y con tu escritura en general?

 

En lo personal, lo que más quiero es escuchar cómo suena lo que escribí. A qué sabe. Cómo fluye, si es que fluye.

 

Luego, me interesa mucho saber que le va a pasar la gente que la escuche y vea. Saber qué logró provocar y qué no, desde el texto. Con eso, corregir o profundizar lo que tengo.

 

No sé el futuro de este proyecto, quizás de aquí queda como ejercicio, quizás me den ganas de montarlo. Sería bacán que alguien que no sea yo se motivara. Sobre todo, porque no sé cómo poner a un gato que habla en escena. Yo ya hice mi parte. (jaja).

 

 

¿En qué más estás trabajando? ¿Qué proyectos tienes a futuro?

 

Estoy escribiendo una versión súper libre de Otelo que se llamará Las cosas malas que te deseo.

 

Eso también es puro juego – o puro jugo-. Y así a priori, tampoco tiene nada que ver con las cosas que he escrito antes. La estamos trabajando con un grupo de amigos que hicimos cosas cuando más chicos, luego ellos siguieron sin mí, y ahora vuelvo. Ojalá que en gloria y majestad.

 

También estamos armando con la compañía Los Feos -mi compañía favorita- nuestra segunda obra: un festivalcito de ciencia ficción. Ahí escribo y dirijo junto a otros amigos que también escriben y dirigen. 

 

 

 

 

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