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ENTREVISTA

 

A los dramaturgos ganadores del Festival Víctor Jara y Festival El Volcán Dramaturgia 2014, festivales de dramaturgia universitarios de las Escuelas de Teatro de la U. de Chile y U. Católica.

 

Eliana Hernández y Nicolás Lange

por Leonardo González. Enero 2015.

¿Tus personajes responden a una observación de la realidad fidedigna o son construcciones más ligadas a la ficción? ¿Cómo construyes tus personajes?

 

Eliana: Mis personajes siempre parten siendo personas que conozco, de las que puedo sacar detalles, pero nunca se quedan en esa escala, porque la realidad no me basta, siempre quiero que sean el doble o el triple de lo que son. De ahí que parto construyéndolos a partir de estas referencias reales que rondan mientras escribo, pero que mientras voy agarrando vuelo se van extremando. Se van volviendo absurdos, plásticos, caricaturescos. Así me gustan los personajes, pero no puedo inventarlos desde un comienzo, tengo que encontrarlos en la realidad primero.

 

Nicolás: La mujer nació del poema que abre la obra: “Hungría” y que antes se titulaba “Mujer de preñez Húngara”. Desde la palabra Hungría, desde su connotación extranjera (y desde luego, el gusto por su sonido) comenzó la creación de voces desorientadas, confundidas, incapaces de codificar otra habla, la extranjera. Estas voces crearon fragmentos y estos fragmentos crearon un coro unido por una premisa: migrar conduce a la desorientación.

A veces una voz de esta mujer habla desde una infancia que la mantiene clavada a su país, otra voz desde el exilio teniendo un ataque de pánico en un supermercado con productos extranjeros, mientras otra voz intenta matar a estos recuerdos sellándolos en bolsas al vacío. En conclusión esta  mujer húngara son voces que se superponen y se erotizan dentro de su gusto por decir, por hablar y comunicar algo de ese delirio que es el exilio.

 

 ¿De dónde sacas los conflictos?

 

Eliana: Los conflictos van de la mano con los personajes, no sé si vienen primero o después, pero de cualquier forma, salen de la misma realidad. “Acreditada” (obra ganadora del Festival Volcán 2014 que organiza el Centro de Estudiantes de la Escuela de Teatro UC) es una muestra clara de eso. El conflicto de la obra lo saqué de una vez que acompañé a mi Mamá a pedir un crédito.

 

“Acreditada” cuenta la historia de Maggie, una asesora de hogar llena de deudas que va a pedir otro crédito de consumo para solucionar sus problemas económicos.

 

¿Te interesa la comedia dentro del drama? ¿Cómo es tu relación con el humor en el teatro?

 

Eliana: En  mis cuatro años en la escuela de teatro, me di cuenta que no tengo cabeza para otra cosa que no sea la comedia; como actriz y también escribiendo, lo cómico aparece sólo, sin forzarlo, se mezcla siempre en mis textos por muy dramáticos que pretenda hacerlos. Me gustan muchos los quiebres humorísticos, pasar de una situación de drama profundo a una muy cómica, ahí está para mí la música de la obra, lo que la desajusta, tanto al público como a los que trabajamos en ella.

 

Siempre estoy buscando ese efecto de humor en el drama. Que nos riamos de eso de lo que no hay que reírse, pero que es tan cierto. La risa es pura catarsis y cuando entremezclas la posibilidad de reír, con la posibilidad de pensar, la catarsis esta completa, porque te despierta de algún tipo de letargo social con el que estás cargando. Es como un efecto de remezón… ¡eso es!... lo que pasa es que remeces la conciencia. Y eso es algo que me interesa.

 

Nicolás: Creo el humor necesario, absolutamente. Un drama es inteligente con detalles sabrosos, atrevidos y devastadores. En la mujer Húngara se camufla, pero sí, existe el humor, hay comentarios  afilados, ácidos; nada puede ser tan doliente si se habla del exilio con tacos y pelucas.

 

¿Cómo fue tu experiencia escribiendo esta obra?

 

Eliana: De mucho aprendizaje y de muchas sorpresas. Escribir una obra de teatro está muy cerca de mantener una conversación con todas las versiones de uno mismo que existen; para mí, la dramaturgia, ha sido aprender a escuchar y trascribir esas versiones.

 

¿Alguna anécdota interesante?

 

Eliana: En ACREDITADA, la protagonista (Maggie) está fuertemente inspirada en mi Mamá (Margot). Antes de montarla, decidí que tenía que leérsela, a ver si había algo que le molestara. “No inventaste nada, patúa. Esa es mi vida”-me dijo. Después me prohibió invitar a su jefa y a su familia a ver la obra.

 

Cuéntanos de tu experiencia de formación, ¿Cómo ha sido?

 

Eliana: Mi primera experiencia escribiendo fue en el Penta UC, ahí hacia poesía y narrativa. Primero con Cecilia Beuchat y después con David Benavente (sin saber quién era). En la Escuela de teatro tuve tres semestres de dramaturgia. Primero tuve clases con Ana López. Ahí escribía según las cosas que leía, y yo leía mucho Jorge Díaz. Después vino la Coca Duarte, gran profesora, aprendí algo que ahora me da muchas vueltas, que tiene que ver con los mecanismos de creación. Y Finalmente vino Juan Radrigán, una persona con la que me hubiera gustado tener cien clases más, para impregnarme de eso que tiene él, de esa sencillez y ese don suyo para captar el mundo, tener clases con él me ayudó a aterrizar la dramaturgia, a ser simple, a escribir lo que yo quería. Además, he tenido unos muy buenos ayudantes en los cursos de dramaturgia que he tenido en la universidad.

 

¿Tienes algún autor preferido?

 

Nicolás: Hablando de dramaturgia, no, tengo algunos que me gustan mucho,  pero nadie preferido. Mis autores preferidos están en la poesía, el cine, la novela. Por ejemplo, algunos de mis referentes para escribir la “Mujer Húngara…” fueron Roland Barthes, Oscar Hahn, Gore Vidal y Teresa Calderón.

 

¿Desde el inicio pensaste esta obra como un monólogo?

 

Nicolás: Luché contra la idea de monólogo, no quería que la Mujer se envolviera en un una masturbación, traumática y autocompasiva, una de las cosas que aprendí de Alejandro Moreno fue no hablar desde el trauma. Desde esa necesidad de des traumatizar la situación nacen él/los inductores quienes son personajes quizás más reales, en carne, y definitivamente más precisos que la mujer, quien es sólo la voz en espera, la que enuncia. Los inductores aterrizan la obra (o al menos la bajan un poco) con una visión afilada, oscura, satírica; con ellos los problemas de la mujer no son tan violentos (como ella dice): quizás ella se auto flagela, quizás se erotiza, quizás su orgullo nacional húngaro se volvió alemán o gringo; los inductores gatillan todas esas dudas y moderan un tratamiento de la mujer que aumenta en intensidad durante la obra.

 

El lenguaje poético, alejado del realismo, ¿Es una herramienta que te interesa seguir investigando?

 

Nicolás: La poesía siempre me ha fascinado, es los que más he leído en mis veinte años. No sé si es una herramienta que me interesa seguir investigando en estos momentos, pero sé que no me voy a deshacer de ella fácilmente (de su ritmo, de las figuras; algo de barroco español), aunque quisiera siempre mis textos se tiñen un poco por ella. Definitivamente en la Mujer Húngara está más marcada, es una obra sobre la ausencia, el desamor, el duelo; tópicos muy recurrentes en la poesía.

 

¿Pudiste ver el montaje de tu texto? ¿Llenó tus expectativas? ¿Cómo fue?

 

Nicolás: Vi el montaje en sus tres días de funciones en el Festival Víctor Jara. Y sí, me fascinó verla, (dentro de toda la ansiedad que posee escuchar tu propio texto). Me pareció bella la traducción que Pasquinel Martinez, mi director, hizo de la “Mujer…” junto a la participación impecable de Claudia Araya como asistente de dirección. Comprendió de modo certero la fractura que posee esta mujer, la dividió; por una parte la voz en off (brillantemente interpretada por Fernanda González desde un micrófono) y en el escenario dos cuerpos de hombres transvestidos. A esto sumarle la presencia de un espejo que dividía a esta mujer, ya tres veces recortada. El montaje es una experiencia densa, sombría y extrañamente erótica, violenta, todo se supone nada es explícito. En el montaje se aprecian referentes claros, tanto literarios como cinematográficos, roza desde lo pop actual hasta autores de fotografía homoerótica contemporánea. Pasquinel desautomatizó una obra que podría haber sido una masturbación doliente e hizo algo  más adulto, más personal y con humor disfrazado en tacos y pelucas.  De modo que sí, llenó mis expectativas, me siento contento de que haya ganado el Festival Víctor Jara y de tener la oportunidad de presentar otra temporada, es una bella visión del texto, no descarto que en el futuro pueda haber otra, pero me siento más que complacido.

 

¿Cómo trabajaste la idea de la reiteración en este texto? ¿tienen algún propósito más allá de lo estético?

 

Nicolás: Fue la forma que encontré de describir el estado de la mujer después del delirio, el estado de la pérdida pura, su renuncia al objeto deseado. Creo que esa es la renuncia verdadera y que posee tal intensidad que provoca su extrañamiento de la realidad y la retención del objeto, por eso creo necesaria la reiteración. Si uno amó algo es necesario matarlo varias veces.

 

¿Qué valor le das a la cita sobre el exilio que hay en el inicio? ¿Qué valor le das al exilio en tu texto?

 

Nicolás: Primero, la cita de Víctor Hugo sobre el exilio no es una cita de valor geográfico, político (en el sentido de la expulsión de un país, creo que todo tipo exilio es político).  La cita es un pie para referirse al exilio de lo imaginario, el exilio que sufre esta mujer húngara, el duelo de la imagen, de los recuerdos, la necesidad de exiliar para sanar: el exilio como progreso. La mujer Húngara es una mujer enamorada de todo lo que contiene Hungría incluyendo al cuerpo de la persona que ama. Su prueba es arrancarse lo imaginario, su exilio se practica como un aborto, el médico es el inductor, quien la escucha, quien la desorienta. Lo relevante no radica en lo que indica el gps de la mujer, si no en la dificultad de que su objeto amado deje de existir.

 

 

 

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