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ENTREVISTA

 

"Hay algo que siempre me he preguntado: si es que soy un “dramaturgo gay” (como Tony Kushner) o si soy “un dramaturgo que de casualidad es gay” (Edward Albee se considera de esta última categoría)".

 

Bruce Gibbons

Por Ana López Montaner

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Cómo empezaste a trabajar de dramaturgo en Toronto?

Una vez residente de Canadá, empecé a tomar talleres y ahora soy parte de la unidad de dramaturgos de una compañía (Alameda Theatre), con la que trabajo actualmente en un montaje (“Paradise Red”).

 

¿Comenzaste escribiendo en español y traduciendo o directamente en inglés?

Mi primer año en Toronto tuve mucho tiempo libre. Estaba esperando que me salieran los papeles y aproveché de soltar la mano y escribir una obra en inglés (“Arden”). 

 

¿Cómo influye el cambio de idioma al momento de escribir?

No fue tan difícil porque cuando chico aprendí a leer y escribir en inglés antes que castellano, pero sí fue bien extraño porque me fui dando cuenta de que con cada idioma tengo una relación muy diferente con las palabras, y además, está el desafío relacionado con que mis personajes construyen sus relaciones y su realidad de maneras muy distintas dependiendo del idioma en que hablan.

 

¿Cómo fue la experiencia de trabajar con dramaturgista en la creación de tu texto?

En mi caso me ha ayudado mucho, porque creo que hay un valor gigantesco en que alguien constantemente analice el diseño detrás de lo que estás haciendo y te ayude a des-bloquearte.

La relación que se formó entre dramaturgo-dramaturgista en mi caso (con Erica Kopyto, ella es la dramaturgista jefa de Nightwood Theatre) ha sido una muy linda y de mucha confianza.

 

¿Cual es básicamente la diferencia de escribir solo a escribir con dramaturgista?

El dramaturgista es como el productor musical de tu obra. Está ahí para que saques el mejor trabajo, te hace preguntas, propone una que otra cosa, y lee mucho tu texto. Alguna gente dice que son como las matronas de la dramaturgia, “sacando el texto”. Otros dicen que es como un cirujano que te ayuda a diagnosticar y trabajar cosas. Lo importante es que te ayudan con todo lo que pueden, y uno tiene la total libertad de seguir con lo que dicen o con mantener cosas como son.

 

Vas a ser estrenado en el SummerWorks Festival de Toronto con tu obra "Paradise Red" en Agosto 2014 ¿Qué esperas de esta experiencia?

SummerWorks es tremendo, es un festival donde se muestran puras obras nuevas de artistas emergentes y consolidados. Mi obra “Paradise Red” (“Rojo Paraíso”) va a ser presentada en formato “workshop”, ya que usaremos esta experiencia para explorar el texto y la actuación más que trabajar el diseño del montaje. Esto pasa porque es un festival donde uno comparte sala y se mantiene todo bastante mínimo, y también porque planeamos estrenar la obra la próxima temporada (2015-2016).

 

¿Cómo aparece Chile en esta obra? 

La obra ocurre en Chile durante la dictadura, presentada como una neo-telenovela en blanco y negro, pero la escribí para un público canadiense. Me pasa que vivo en una ciudad enormemente multicultural, donde en el teatro se comparten historias de todo tipo, y con esto todos nos vamos analizando y construyendo juntos una nueva identidad, preguntándonos quienes somos aquí y ahora en relación con, por ejemplo, todo el trauma o filosofía que cada comunidad trae consigo a este lugar común, y que se sigue manifiestando hoy.

 

Cuéntanos un poco sobre "Buenos Aires de Muñecas" y cómo se inserta tu trabajo en este contexto.

“Buenos Aires de Muñecas” cayó del cielo, prácticamente. Me recomendaron para un proyecto de performance cortas via Skype (“Long Distance Affair”, de Pop-up Theatrics) para la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires el año pasado, y no me pude resistir. Me juntaron con un actor en Argentina (Sagrado Sebakis) y un director en Chile (Fernando Ocampo). Los tres nos reunimos y armamos la obra. Es sobre un creador teatral que se contacta con la gente que mas odió su montaje anterior, para que lo ayuden con su obra nueva, a pesar de que no le interesa la opinión de nadie. Sagrado Sebakis es una fuerza de la naturaleza, es increíble, y ahora con Fernando Ocampo estamos de nuevo trabajando la obra para presentarla en vivo, más larga (será de 30 minutos en vez de 10), para Teatro Bombón (que se toma una casona en la calle Corrientes y la llena de obras en sus diferentes espacios).

Se estrena el 20 de Julio, y es testimonio al poder del Skype en la creación de nuevos formatos teatrales y espacios de colaboración. Imaginarse un mundo donde el teatro es trabajado de esta manera me tiene loco, es maravilloso.

 

Fundaste en Toronto el Colectivo Cocodrilo Triste, ¿A qué se dedican principalmente o cuál es su objetivo?

Cocodrilo Triste lo armamos con Marco, mi novio/futuro-marido. La idea es explorar dramaturgia canadiense latinoamericana, con el ojo sobre el teatro político y queer, y hacer cosas nuestras por nuestra cuenta.

Lo creamos también para co-producir “Paradise Red” en SummerWorks, ya que esto hacía todo más viable en términos de producción (ya que es un festival donde la plata es poca).

“Paradise Red” es la primera parte de “Dictatorland”, una trilogía que estoy escribiendo sobre la dictadura chilena. Planeamos empezar a trabajar (para Canadá y Chile) la segunda parte (“Horror Horse” o “El Semental Negro”) a fines de año (después de la locura de Summeworks y de casarnos en Septiembre).

 

¿Consideras que tu dramaturgia o parte de ella corresponde al género queer? (¿puedes introducir un poco sobre qué es lo queer?).

Hay algo que siempre me he preguntado: si es que soy un “dramaturgo gay” (como Tony Kushner) o si soy “un dramaturgo que de casualidad es gay” (Edward Albee se considera de esta última categoría). Yo soy gay y escribo teatro, y no sé si la pregunta requiere mucha seriedad y contemplación. Claro que, a pesar que la homosexualidad es un tema recurrente en mi obra, también soy un “dramaturgo latino”, “que de casualidad escribe mucho sobre sexo y política”, entre tantas otras etiquetas.

La trilogía “Dictatorland” está definitivamente cargada de un alto componente queer (es decir, que trata temas sobre “minorías no heterosexuales, heteronormadas o de género binario”; gracias Wikipedia, siempre me cuesta explicar cosas en pocas palabras). “Paradise Red” trata de un homosexual hijo de militares que se enamora de un revolucionario, mientras que “Horror Horse” y "Prince Shame" (la tercera parte, “Príncipe Vergüenza”) exploran mucho lo hetero-normativo y su relación con la violencia en la política.

 

Eres parte de Interdram, ¿Qué proyecto estás llevando a cabo?

Con Interdram acabo de tener una lectura en Mayo, de mi obra (en proceso) “La Vida Terrestre de Nebraska”, y pude dirigir, vía Skype, la lectura de “Muerte en la Blondie” de Joyan Cordero (mi debut como director). Ahora estamos armando un proyecto para hacer un puente dramatúrgico entre Chile y Canadá.

Es importante que un dramaturgo ayude a crear una escena teatral diversa, donde su obra y las obras de los demás tengan cabida. Creo que Interdram lo tiene bastante claro, y se vienen grandes cosas.

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