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GERARDO OETTINGER

Actualizado: 23 jun 2022

Entrevista por Mauricio Arturo Fuentes, para Interdram.

16 de agosto de 2020.


“El origen es ambiguo, complejo, y es inevitable que el conflicto del Estado chileno con el pueblo mapuche, el racismo siempre presente, el menosprecio, no me haga reflexionar en cómo llegué acá, y en cómo se construyó la historia de Chile”.



Gerardo Oettinger. Foto de Gonzalo Donoso.



A Gerardo no lo conocía en persona; alguna vez dialogamos de manera rápida por Facebook. Hoy me tocó entrevistarlo. Lo leí primero. Nos vimos al mediodia de un lunes de comienzos de agosto. Conversamos dos horas y nos enamoramos, sí, parecido a como me sucedió con Ximena Carrera, cuando la vi en Medusa, pero acá fue online y mutuo. Me refiero a ese amor que develaron los griegos a los suyos y al resto de la humanidad; “ese” que se abstrae de la materia, que se fija en lo subjetivo más que en lo evidente o en las “caretas”. En las ideas, en las pulsiones, en las sombras; en las fisuras del ego, cuando el ego está quebrado. Si somos chilenos, estamos quebrados, rotos. No somos jaguares ni la copia feliz del edén. Gerardo tiene cuento y me contó una parte importante. Pasen a mirar, es dramaturgo.

En varias de tus obras abundan personajes femeninos con una oralidad popular y bien chilena, como Pompeya o La Victoria. ¿Cómo logras construir ese universo tan femenino y cómo rescatas esa oralidad tan particular de una parte de nuestra sociedad?


Lo primero es agradecerles esta instancia de entrevistas y la oportunidad de expresar ideas sobre el oficio, de obras que he escrito y montado con tantos colegas. Además de la buena onda de Interdram y la tuya. Para contestar, primero debo mencionar que las obras no vienen solo de mí (contienen la sabiduría y experiencia de todos los que trabajamos en ellas) y el método que utilizo está íntimamente ligado a los equipos de trabajo.

Todo lo que he escrito sobre historias de mujeres como en "Bello Futuro", "La Victoria, "Unidad Popular", "Castigo a Dios" o "La agenda del Diablo", ha sido apoyado por los que han dirigido, producido, diseñado, actuado y hecho la técnica. También, me han colaborado personas dándome testimonios, entrevistas y materiales. "La escultura está dentro de la piedra. Yo, únicamente, he debido eliminar el mármol que le sobraba”, dijo Miguel Ángel. Algo así he hecho, y para pulir la piedra, aplico el principio que me enseñó Juan Radrigán: "Escribir seiscientas hojas para llegar a treinta", "escribir con la goma". De alguna manera, ser arqueólogos, excavar, buscar rastros, limpar escombros, trozos, huesos, guijarros, columnas, que como un puzzle, logran armar una historia. Entonces, como método, simplemente intento ponerme al servicio de la historia y de los personajes, como cuando se actúa.

Si bien entre hombres y mujeres tenemos diferencias, creo que tenemos muchas más similitudes. Escribir sobre un universo femenino es como escribir sobre cualquier otro universo, requiere mucho estudio, comprender, empatizar y a la vez, criticar todo, para ahondar en el conflicto. Hay que conectarse con lo Universal que hay en cada tema y es lo que hace el teatro desde su origen como rito.

En cuanto a la oralidad, es un proceso similar. La he oído toda mi vida en diversas situaciones y de diferentes personas, en diferentes partes del territorio. Si es un habla de época, la estudio a fondo. Busco referencias, testimonios, documentos periodísticos, material audiovisual, etc. Estamos expuestos día a día a diferentes acentos y maneras de hablar propias del país que habitamos, y que van evolucionando, como todo lo que está vivo. Además, está la experiencia lingüística de todo el equipo, que está al servicio de la obra en su totalidad, lo que alimenta mi escritura.


Pompeya. Foto de Jorge Sánchez.



Pompeya. Foto de Jorge Sánchez.


Me comentaste que te cuesta incorporar el lenguaje poético en tus obras. Sin embargo, en esa oralidad popular, a veces carcelaria (coa), y muy chilena, uno puede afirmar que hay una poética, incluso el uso de figuras retóricas que nacen de manera espontánea desde la cultura popular local. ¿Piensas realmente que no hay poesía en tus textos?


"¿Piensas realmente que no hay poesía en tus textos?". Es ya en sí, una pregunta muy poética. Muy existencialista. Muy filosófica.

Sí, creo que hay poesía, en el sentido que hay una manifestación de una búsqueda de belleza o un sentimiento estético de la palabra y lo cotidiano y de lo escénico, lo trágico.

Tampoco puede ser una imposición que cada frase, cada diálogo, deba tener una forma poética determinada, uniforme. Como que a veces, con demasiada poesía comienza a resaltar demasiado quien escribe, y me gusta que la pluma se esconda. No lo sé, porque también me gustan las obras poéticas, me gusta el verso.

Hay poesía en lo cotidiano, poesía en las situaciones, los momentos, las intenciones, los diálogos, los pensamientos.

A veces, leo y escribo poesía como ejercicio. El proceso creativo debe escapar de los razonamientos pálidos que diluyen lo que necesitamos expresar y comunicar verdaderamente. Uno como creador debe aprender que toda idea utiliza los mismos mecanismos que los sueños para representarse en el mundo exterior.

En general, lo que más intento hacer es poner atención a la situación dramática y cómo de esta puedo extraer alguna poesía. Es como el paradigma estético de la obra de Bertoni. No sabemos si es poesía o no. Él escribe poesía como habla. Yo escribo teatro como el personaje lo requiere. Intento que las obras se hagan cargo del lenguaje cotidiano en su manera más

cruda y directa posible.

Entonces, la dramaturgia es arquitectura ósea, contiene la médula del conflicto, y sostiene enérgicamente el cuerpo, la carne de la escena. La dramaturgia no sólo debe ser vista como un texto, como soliloquios o diálogos, palabra poética, sino como una estructura de comunicación psíquica, una red que contiene los secretos que pulsan en los espectadores.




¿Crees que existen prejuicios o limitantes de parte del medio teatral hacia los dramaturgos?


Siempre existen prejuicios, sobre todo en una sociedad como la nuestra. Quizás haya más prejuicios hacia la dramaturgia y a los artistas en general, por parte de otros rubros. Como cuando te preguntan, ¿en qué trabajas? y respondo: “escribo obras de teatro”. “Que interesante, pero, ¿en qué trabajas?”, me dicen. Es como que instintivamente todo el mundo sabe que es imposible o muy difícil vivir de esto, para llamarlo “trabajo”. Pero, es un oficio que requiere profesionalismo, tiempo y recursos. También se cree que para escribir hay que estar encerrado en sí mismo, como una especie de profeta y que todo está en la imaginación. Pero se olvida a veces que el teatro es un trabajo en equipo.

También se cree que somos dictadores del texto, que no queremos que nos muevan una coma, que no nos corten nada. Entiendo que es parte del proceso que existan modificaciones pero me gusta saber y entender por qué se modifican las obras. Ser parte de eso.

Otra limitante es la tendencia a formar élites culturales que acaparan las posibilidades de representación y los medios de comunicación. El típico nepotismo que Chile nos tiene acostumbrados. Un clásico shakesperiano de las estructuras de poder.

Hay otras limitantes, que son externas al medio, y que valen la pena discutir como: "la apropiación cultural", que utiliza elementos típicos de un colectivo étnico y los despoja de todo su significado, banalizando su uso. Yo comprendo esa molestia, pero también, todo depende del respeto, la empatía, el profesionalismo y la ubicación que se debe tener al abordar temas delicados. Como así también, nos limita la poca publicación de textos dramáticos. Hay pequeñas editoriales como Oxímoron, que me publicó Pompeya y que les estoy tremendamente agradecido, porque están haciendo un esfuerzo enorme, un trabajo heroico para rescatar la nueva dramaturgia.



¿Temáticas que un escritor no debería desarrollar, porque no coinciden con su identidad o experiencias vividas?


No creo en eso, de que hayan temáticas que ciertas personas no puedan desarrollar, porque todo está en el “cómo”. Todo va en el respeto, en la profundidad. Ponerle límites al arte es una extraña contradicción. Si yo tuviera que escribir solo lo que soy, mi escritura se agotaría en poco tiempo. Ahí está la genialidad del artista. El arte se nutre del arte, de la mezcla de culturas, de ideas, de conceptos, de formas. Las buenas historias son universales, porque tienen la capacidad de conmovernos a todos, seamos como seamos y vengamos de donde vengamos. Pero sí comprendo que puede ser mucho mejor o más válido o más revelador, si los artistas pertenecen o viven lo que escriben. Hay que ser consciente, asumir los riesgos y buscar lo que nos identifica, lo que nos conmueve, la conmiseración que nos produce y la crítica aguda que se le pueden dar a los temas cuando se tiene cierta distancia. El teatro no tiene por que convertirse por completo en un biodrama.

Yo creo que es muy evidente cuando alguien se está aprovechando y se está apropiando de un género o una cultura. En Pompeya, todo el equipo fue siempre muy consciente de eso, por eso funcionó.


En tu última obra Random- perteneciente a un grupo de obras por encargo que incluyen “Ciencias + Artes escénicas + Audiencias”-, desarrollas un texto en base a temáticas e hipótesis científicas que tu debes estudiar para luego llevar al texto. ¿Qué metodología elaboras para hacer que esa información bien específica pueda ser comprendida por el público o el lector, que no necesariamente va a ser un entendido en esas materias?


Para eso la obra debe tener una acción dramática clara, algo sucede con los personajes como seres humanos, como familiares, como amantes, como ciudadanos, más que como solo científicos. Debe existir un conflicto profundo que sustente el drama. La obra no debe ser una exposición temática de ideas, ni científicas, ni de nada. El público se conecta con una historia que conmueve. Entonces, utilizo el mismo método que uso cuando escribo a base de testimonios, noticias, clásicos o ideas sueltas. Busco poner en las mayores dificultades a los personajes y que tengan que resolver sus vidas en escena. Eso inevitablemente limpia el exceso de información. Reconozco que es siempre un proceso largo, trabajoso y que me cuesta. Editar es siempre difícil. El apego, la ceguera, la porfía, el enamoramiento con ciertos materiales lo complejiza todo.


Lectura dramatizada de Random en Teatro del Lago.



En tus obras uno puede apreciar un cierto compromiso social, al darle voz a los que, generalmente, no la tienen: mujeres pobladoras, travestis, transexuales, etc. ¿De dónde nace este compromiso o interés en trabajar con estos mundos?


Me es muy extraño pensar en hacer teatro desligado del compromiso social. Tuve la inmensa suerte de tener como maestros a Juan y Flavia Radrigán, de haber estudiado en el Club de Teatro y en La Memoria, con Alfredo Castro y Rodrigo Pérez, y todo eso me fue influenciando.

Las obras que me gustan siempre ponen el ojo en el poder y sus consecuencias. Por lo mismo una de mis obras preferidas siempre ha sido “Hechos consumados”. Me atrae un teatro que se compromete, que crítica, y no solo a otros sino que a sí mismo. Me interesa el peso de la historia donde está presente lo Universal. Develar a los reyes como lo hizo Shakespeare, indagar en un sanguinario tirano como el Calígula, de Camus o enaltecer al marginal como Radrigán. Eso es el teatro. Un compromiso social. Entregar un contenido que ayude a la reflexión profunda de lo que nos constituye.

Influenciaron en mí también las compañeras de Teatro Síntoma y su trabajo testimonial y social, también, directores como Camilo Carmona, Josefina Dagorret, Paula González, Rodrigo Soto, los actores. El teatro chileno es un teatro en general crítico y político.

En resumen me llaman la atención las historias que narran lo complejo de la sociedad, lo luminoso y oscuro de los seres humanos. Por eso me encanta leer a Dostoievski. Y siempre me atrajo la pintura de Vincent Van Gogh, y su forma de ver el arte. Una pintura comprometida con cada pincelada. Imagino que si Radrigán hubiera pintado sus cuadros serían como los de Vincent.


En tu obra La Victoria, tratas el tema de las “ollas comunes” en plena dictadura. Hoy, después de un Estallido Social, que aún perdura, y en una crisis económica a causa de una pandemia, las “ollas comunes” han vuelto a surgir como una manera que tiene el pueblo para alimentarse en comunidad; una manera propia y espontánea que tienen los chilenos de escasos recursos para ser solidarios entre ellos. Una expresión muy lejana a otras formas de solidaridad neoliberal o tradicionales, como La Teletón o la dádiva paternalista proveniente de las elites. ¿Cómo lees el fenómeno de las “ollas comunes”?


Las ollas comunes son claramente una gran legado de las movilizaciones sociales, una lección de resistencia y solidaridad, un acto de grandeza humana indiscutible.

Por lo que estudiamos para hacer la obra "La Victoria", analizamos testimonios, archivos históricos, material documental, pudimos comprender que las ollas comunes de los ochentas no solo eran un sistema solidario para poder paliar el hambre en tiempos de crisis, sino que eran un sistema de hacer política, que tenían la misión de recuperar la unidad de los pobladores. Por eso las ollas fueron perseguidas, por ser consideradas en dictadura como actos subversivos.

Hoy en día, me parece que tienen la misma función, la olla común es una expresión tremendamente humana y un símbolo de esperanza. No morimos solos, no sufrimos solos, no pasamos hambre solos y eso es tremendamente importante.

Me parece que habría que hacer un nuevo trabajo de investigación acucioso, que recabe información sobre las nuevas ollas y así tener una mejor visión de lo que está pasando. Un registro histórico contemporáneo.


Obra La victoria.


Obra La victoria.

Tú eres de Valdivia, vives en Santiago, desciendes de inmigrantes europeos no españoles. Si bien, tú eres mucho más que esas referencias recién dadas, no son menos importantes a la hora de construirte como autor. ¿De qué manera estos distintos “Gerardos” influyen y ayudan a la hora de conformar tu dramaturgia?


Nací en Santiago, mi familia paterna es de Valdivia. Viví la enseñanza media en el Sur, después me vine a estudiar a la capital. He estado en constante movimiento desde chico, viviendo en diferentes ciudades, pasando por distintos establecimientos educacionales, algunos privados, otros públicos. Entonces esos distintos “Gerardos”, en distintos tiempos, distintos lugares, tienen distintas miradas que me ayudan a la hora de escribir.

Claramente, desciendo de colonos alemanes e ingleses pero también en mi familia hay apellidos españoles y franceses, y si me hiciera un test genético aparecerán muchas otras culturas más. Leí en una noticia que una pionera investigación de la Universidad de Tarapacá analizó el origen de los pueblos autóctonos en Chile, concluyendo que el 86% de los chilenos tiene una madre americana y un padre europeo. El origen es ambiguo, complejo, y es inevitable que el conflicto del Estado chileno con el pueblo mapuche, el racismo siempre presente, el menosprecio, no me haga reflexionar en cómo llegué acá, y en cómo se construyó la historia de Chile. Las colonizaciones, las guerras, los genocidios, el progreso versus la naturaleza. También leí, en ese estudio, que por ejemplo, los mapuche pudieron llegar desde la Amazonia, bajando por la costa atlántica y cruzando por el Chaco. Finalmente, somos como los pájaros, migrantes por naturaleza. Creo que es súper bueno cuestionarse el origen, es teatral, es hamletiano, porque está implícito el “ser y no ser”, el “estar y no estar”. Se puede hacer un gran monólogo sobre esto.

Y claro soy más que esas referencias, como toda persona siempre es más que un conjunto de referencias, que un color, una cultura, un origen o una clase. Y también es todo eso a la vez. Finalmente, todos vivimos en este pequeño planeta azul en la inmensidad del cosmos, por eso es tan importante para la ecología que comprendamos esto. Entender el ayer, para pensar el futuro. Estar en el presente, buscar la felicidad y el amor entre todo el horror y el absurdo. Eso parece ser vivir.




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Las entrevistas de Interdram 2020, cuentan con el apoyo de Fondart Nacional, línea Difusión, convocatoria 2020. Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio. Chile.

@gerardooettinger

@interdram

@outofthewings

@howlroundtheatrecommons

@wpinternational

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