Entrevista por Mauricio Fuentes, para Interdram.
30 de abril de 2020.
"Para mi la dramaturgia es como un bordado por el revés. Cuando lo miras son puros hilos enredados y nudos, te parece que no es nada más que un borrador. De pronto algo hace sentido, algo se cuaja, das vuelta el bastidor y ves un paisaje hermoso, completo”.
Crédito fotografía: Julia Toro.
Isidora es capaz de re-construir diversas voces en su dramaturgia. Como un acto de magia, le da voz a personajes populares de la capital, otras del interior del país o a algún experto en nuevas tecnologías sacado de un futuro distópico, futuro que en alguna medida, ya se nos está haciendo presente. Isidora pone en sus textos distintas formas de oralidad propias de nuestro Chile, tan fragmentado. Cada obra suya, parece no tener mucha relación con la anterior, pero la hay, solo basta mirar un poco más en profundo y descubrimos un relato en común. Me conecté con Isidora vía Skype, para comenzar con el proceso de la entrevista. Desde ya, puedo decir que es mi primera entrevista por este medio y marca un precedente. Es lo que se viene. ¿Por cuánto tiempo? No lo sabemos, solo podemos concluir que será por un largo período o incluso a que evolucione a mecanismos aún más sofisticados. Con Isidora conversamos por una hora y media, ella en el patio de su casa en Santiago, yo en mi habitación en Buenos Aires. Profundizamos en su proceso para convertirse en dramaturga, en sus textos, en su experiencia en la Universidad ARCIS, institución de la cual ambos egresamos, pero en distintos años. Yo la recuerdo, a lo lejos, con un saludo sonriente que me hizo una vez, casi al azar.
Chile vivió un proceso sin precedentes y muy trascendental, a partir del estallido social de octubre del 2019, proceso que fue interrumpido parcialmente, por un virus que llega desde el extranjero. En todo ese periodo, tú continuaste escribiendo teatro. ¿Percibes algún cambio en el ejercicio escritural, sea en forma o contenido, a la hora de ponerlo en práctica, producto de ese suceso histórico?
Es cierto que en este último tiempo, la pandemia mundial y el confinamiento al que nos hemos visto expuestos, ha cambiado las dinámicas en las que veníamos desarrollando nuestra vida personal y profesional, que ya habían sido modificadas por el estallido social que comienza el 18 de Octubre. Desde ese día, desde el despertar de Chile, nos hemos repensado como sociedad, como colectivo, como pueblo, asimismo hemos repensado nuestro trabajo. Pero el despertar vino antes, el 2018 desde las aulas emergió el feminismo con toda la fuerza y también salimos a las calles, y formamos colectivas y nos repensamos, nos miramos entre nosotras, nos encontramos y ya no nos soltamos más. Dentro de ese proceso, la Red de actrices chilenas (RACH) de la que soy parte, se ha convertido en un espacio de organización, sororidad y contención maravilloso.
En particular mi escritura se ha visto atravesada de múltiples maneras, más que en temáticas, es decir que aparezcan la pandemia o el estallido, aparece la crisis, las preguntas, la búsqueda de sentido hoy. También aparecen preguntas que han ido apareciendo desde el estudio y la profundización sobre los feminismos y que han ido emergiendo en lo que he escrito este último tiempo. Por otra parte, las obras son registro, material que da cuenta del espíritu de su época y creo que, aunque en la escritura no se nombre directamente lo que está pasando en el contexto, hay un paisaje de fondo, hay un sonido ambiente que está ahí y es difícil de obviar.
En tu biografía existen tres referentes importantes: tu vida en el campo y la gran familia; tu vida en la ciudad y el colegio de monjas; tu adultez y la apertura al mundo del teatro y, en especial, tus estudios en la Universidad ARCIS. ¿De qué manera estos tres referentes y la tensión entre ellos, afectan y contribuyen a tu trabajo como dramaturga?
Los referentes que señalas me han hecho recorrer un camino que, como toda historia de vida, ha estado cruzada por momentos de tensiones, de añoranzas, de divagaciones y de instantes donde logras enfocar y trazar ciertos caminos que conducen a espacios creativos fructíferos. De igual manera, esas referencias no se presentaron en blanco y negro. Por ejemplo, estudié en un colegio tradicional, de monjas, pero al mismo tiempo, es en ese contexto y un poco por contraste, que empiezo una activa vida política siendo parte de la de la Federación de estudiantes secundarios de Santiago (FESES) en los 90’, durante la enseñanza media, participando en muchas instancias de diálogo, en espacios muy diversos con colegios y liceos de Santiago. Lo que más me queda de esta época estudiantil y de mi niñez en el campo, es la fascinación por lo colectivo, el estar en comunidad, vinculándose desde las diferencias, la diversidad, estando con un otrx. Entonces, cuando entro a estudiar teatro, sentí que era mi lugar, necesitas de lxs otrxs para aprender, para crear. El ARCIS como espacio de desarrollo y aprendizaje fue fascinante, la libertad, el pensamiento crítico, la reflexión permanente fueron determinantes para mí. Además de las personas que ahí conocí como estudiante y luego como docente, muchxs de ellxs para mí fueron y son referentes hasta el día de hoy.
Con tu compañía La Nacional, comenzaste a hacer dramaturgia colectiva, luego tomaste las riendas de la escritura teatral y te convertiste en dramaturga, con obras que han ganado premios, han tenido temporadas largas e incluso, han viajado al extranjero. Sin embargo, en tus dos últimos trabajos has compartido la autoría con Luis Barrales, en Bernarda, y con Bosco Cayo, en El Nudo. ¿A qué se debe esta apertura y generosidad, a la hora de escribir teatro? ¿Sientes la necesidad de que el trabajo dramatúrgico asuma una forma más dinámica y abierta para llevarse a cabo? ¿Qué rescatas de esta metodología?
Ambos proyectos son invitaciones, es decir, soy convocada por el director Rodrigo Soto en el caso de Bernarda y la directora Aliocha de la Sotta y Teatro la Mala Clase en el caso de El nudo, a trabajar en coautoría y las acepté inmediatamante por varias razones. La primera es que me gustan mucho los trabajos colaborativos, es decir pensar, discutir, crear en diálogo es algo que me interesa y seduce muchísimo. Lo segundo es que los compañeros con los que escribí son, ambos, dramaturgos que admiro muchísimo, no me hubiera perdido la posibilidad de aprender de y con ellos. Lo tercero tiene que ver con la soledad del trabajo escritural. Para mi esa soledad es una delicia, es un espacio epifánico, pero hay un punto que necesitas encontrarte con un otrx para poner la escritura en tensión.
Sobre la metodología en ambos casos, y por la naturaleza misma de las obras, fue distinta, sin embargo hay un elemento común que tiene que ver con soltar el material. Es poderoso lo que sucede ahí, muchas veces dejaba una escena a medio terminar y cuando volvía al computador, había sido terminada por el otro y era fascinante como, a cuatro manos, todo se fue potenciando, multiplicando en miradas. Es un ejercicio de mucha confianza y generosidad. La verdad es que me interesa este tipo de trabajo. De hecho ahora estoy escribiendo también y con la directora del proyecto (Paula Bravo) hacemos algo bien parecido.
Según los protagonistas del estallido social -los chilenos de a pie, que se manifestaron permanente en Plaza de la Dignidad y sus al rededores- la sociedad chilena cambió. Según sus propias palabras, la gente comenzó a mirarse a los ojos, sin temor, en la calle, sin juzgar el origen, sin competir. Todo el arribismo, la competencia, el miedo, las caretas y los prejuicios, parecieron haberse diluido. Esto es lo que para mí y para mucha gente fue “el despertar”, junto a otras cosas. Algo que ni las elites, el gobierno o los medios de comunicación, parecen haberse dado cuenta o haber puesto el foco. Tú provienes de un medio social privilegiado y eres una dramaturga que, gracias a su talento y trabajo, ha conseguido notoriedad. La exposición social inevitable del artista, puede traer consigo diversas consecuencias. ¿Has notado un cambio en tu relación con la sociedad chilena y el público que va a ver tus obras, tanto de parte tuya, como de parte de los “otros”?
Evidentemente, algo cambió, cuando decimos “Chile despertó”, es decir “yo también desperté”. Desde el 18 de Octubre empezamos a mirarnos de otra manera, relacionarnos de otra manera, poner en valor la colectividad y volver a salir a tomarnos las calles como nuestro lugar de encuentro. Todas las relaciones se han modificado porque nos dimos cuenta, como tituló Nona Fernández una columna “no era depresión, era capitalismo”. Personalmente, mi relación con la audiencia cambia como cambia todo lo que te describo anteriormente. No me siento alguien particularmente expuesta, no me interesa la exposición, me interesa el teatro, la dramaturgia, la comunidad que debemos construir para sostener nuestro trabajo. Y tampoco siento nuestro trabajo como algo “especial”, es decir somos trabajadorxs igualmente precarizadxs que muchxs. Es decir, en este momento me encuentro en una situación transitoria o coyuntural de privilegio dentro de lo precaria que es la realidad del teatro, sin duda es algo que valoro pero no por eso dejo de ver y empatizar con la realidad de otrxs, que también ha sido la mía, con la que viven colegas en todo Chile, porque la precarización de nuestro trabajo es brutal, se ha grabado a fuego eso del amor al arte y no puede seguir siendo así. Lo nuestro no es un hobby, es un trabajo.
Me tocó leer Replica, después de cumplir un mes en cuarentena total, producto de la pandemia del Covid-19, acá en Buenos Aires. Leerla en estas condiciones me hizo mucho sentido: la mayor parte de la comunicación que he tenido con el exterior, ha sido a través de las redes sociales. La mayoría de los argentinos ha obedecido el mandato del presidente Fernández, a excepción de pequeños grupos de la población que se han revelado a las limitaciones impuestas por la cuarentena. En Argentina, el Estado todavía tiene más poder y presencia que en Chile. El filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, plantea que las sociedades asiáticas con estados autoritarios y con gran vigilancia digital, son las que tienen mayor éxito sobre el control de la pandemia, en comparación con las sociedades occidentales liberales, donde los ciudadanos han alcanzado libertades individuales, que no están dispuestos a perder. Estamos ante un nuevo paradigma. Replica se escribió el año 2017 y se estrena el 2018. ¿De qué manera lees esta obra, hoy, inmersa en este contexto?
Si partimos desde la situación dramática de la obra, personajes de Réplica están encerrados en un Data Center sin idea alguna de cuando podrán salir de ahí. Algo parecido a lo que nos ha tocado vivir estas últimas semanas.
Pienso en el confinamiento y sus costos asociados, que no son si no consecuencias de este capitalismo despiadado, como la precarización laboral, los despidos masivos, grandes empresas subsidiadas por el estado, el miedo al otrx, pero también el teletrabajo, las clases online, los ensayos y reuniones por Zoom, y creo que solo ha acelerado un estado de la cuestión que viene desarrollándose con gran velocidad en los últimos años, lo que el filósofo francés Eric Sadin ha denominado “la siliconización de la sociedad” o la digitalización de la experiencia. Pienso también, en la utilización de nuestros datos con fines de salubridad, de resguardarnos y cuidarnos unos a otros, ya ha abierto debates muy interesantes en otros lados del mundo y sin duda los abrirá aquí. La pregunta será ¿hasta cuanto estamos dispuestos a entregar en relación a nuestros datos biométricos, de geolocalización para así ayudar a cuidarnos unxs a otrxs?
Evidentemente la obra, escrita hace 3 años ya, fue pensada en otro contexto pero mirando hacia lo que vendría. Hoy todo eso se amplifica en este contexto tan incierto.
Francisco Pérez Bannen, Paola Volpato, Patricia Rivadeneira, Felipe Zambrano y Ximena Carrera en Réplica. Créditos fotografía Rafael Arenas.
¿Cómo construiste la voz del personaje Hilda Peña, en la obra homónima?
La obra la empecé a escribir en un taller de dramaturgia que se daba en Bibliogam, con Ximena Carrera, Nona Fernández y Marcelo Leonart, personas que admiro y que son referentes para mí, hasta el día de hoy. Todo partió de un ejercicio a partir de una imagen. Yo trabajé sobre las manos con las uñas comidas de una peluquera en una galería de Santiago centro. Luego vino una cadena de preguntas a esa imagen y al ir especulando y respondiendo se fue armando, de manera bien intuitiva, Hilda Peña. Sin duda, el tiempo interno del personaje, el ritmo de su hablar viene de mi infancia sureña, de esa sonoridad que fue parte del paisaje de mi niñez. Lo mismo pasa con el final de la obra, como aparecen las creecias populares, la fe. El verde del sur y el verde de la descomposición. El retorno a la democracia. La pena. Y bueno, la muerte como tema ancestral. Todo eso se fue tejiendo de una manera muy intuitiva. Para mi la dramaturgia es como un bordado por el revés. Cuando lo miras son puros hilos enredados y nudos, te parece que no es nada más que un borrador. De pronto algo hace sentido, algo se cuaja, das vuelta el bastidor y ves un paisaje hermoso, completo.
Paula Zúñiga en Hilda Peña. Créditos fotografía Diego Carrasco.
Con Hilda Peña ganaste como el premio a mejor obra, categoría emergente, en la XVI Muestra Nacional de Dramaturgia. En ese festival se conformó una tríada de mujeres: Paula Zúñiga, en la actuación; Aliocha de la Sotta, en dirección; Isidora Stevenson, en la dramaturgia. Tampoco podemos dejar afuera a Rocío Hernández, en el diseño del espacio. ¿Qué significó para ti y para el desarrollo de la obra -como proceso de montaje y luego, en sus temporadas exitosas - el encuentro de todas estas mujeres creadoras?
Hilda Peña es un momento muy importante, muy significativo. No hablo solo del reconocimiento de la obra si no, me refiero a eso que se reafirmó en mi respecto a la escritura, ese coraje que se necesita para concretar la pulsión de escribir. Siempre me interesó pero, por mucho tiempo no me atreví.
La verdad el que ese encuentro con la Paula, la Rocío, la Aliocha y Fernando Milagros en la música, fue mágico, poderoso, generó una sinergia, fue en encuentro de lenguajes creativos como pocos que me ha tocado vivir. En ese cruce lo maravilloso fue que ningún lenguaje estaba sobre otro, dialogaban de manera permanente y generosa, al suceder eso entre todos se potenciaron. Creo que lo mismo pasó entre nosotras. Hemos sido por años un grupo de trabajo que se ha consolidado y que juntas hemos viajado y llevado la obra a lugares tan distintos que la obra ha ido cobrando mucho más sentido en esa multiplicidad de encuentros y lecturas.
Leer extracto de texto Réplica.
Las entrevistas de Interdram 2020, cuentan con el apoyo de Fondart Nacional, línea Difusión, convocatoria 2020. Ministerio de las Artes, la Cultura y el Patrimonio. Chile.
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