Entrevista por Mauricio Arturo Fuentes, para Interdram.
06 de octubre de 2020.
“También creo que hay una libertad en estos personajes, que las cosas para adultos han
perdido. Un personaje puede ser una persona, pero también un gato, un cebollín, un
juguete, da lo mismo. No se cuestiona. Bajo estas ideas nos hemos guiado para hacer
teatro para niñes”.
Entrevisté a Juan Andrés Rivera, y de alguna manera me pareció que estaba hablando también con Felipe Olivares. Ellos son Los Contadores Auditores, una dupla, una marca, una productora y compañía teatral que tiene sello propio y son gestores de muchos eventos, más allá de sus propias obras. Juan Andrés tiene mucho humor y se le puede ver (por Streaming) rodeado de imágenes, juguetes, texturas, colores. Porque su teatro está lleno de estos elementos. Ambos estudiaron diseño teatral y de ahí dieron el salto a crear su propia compañía, con sus propias ideas y, principalmente, su propia estética. Dramaturgo y director comparten roles, generando una simbiosis cuyo resultado es un producto artístico redondo y que se reproduce en el tiempo en una diversidad de propuestas. Los Contadores Auditores son tremendamente pop, un refugio para descansar de los academicismos y del exceso de intelectualidad (sin desmerecer estos). En definitiva, Los Contadores Auditores nos invitan a ser niñes- con bastante picardía-, algo fundamental para sobrevivir en estos tiempos duros.
En tus textos y en los montajes de Los Contadores Auditores, uno puede observar
una estética bien marcada: pop chileno, latinoamericano y también de origen
anglosajón, el kitsch, el melodrama, iconografía o sensibilidad que se identifica con
el movimiento LGTBIQ. En relación a esto, no puedo dejar de pensar en Susan
Sontag y su ensayo Notas sobre lo Camp. ¿Han sido influenciados por este
acercamiento que hace Sontag sobre lo Camp? ¿Se sienten parte de esta
sensibilidad?
Creo que sí nos sentimos cercanos a lo que Sontag describe en su dibujo del Camp,
pero mentiría si dijera que nos ha influenciado. Quizás han pasado muchos años
desde que nos encontramos con esa lectura, y un nuevo repaso pueda
despertarnos nuevas luces. (Mi momento favorito de Sontag es su foto escribiendo
disfrazada de osito, por supuesto sacada por Annie Leibovitz).
Los dramaturgos y artistas teatrales, se han visto obligados a reinventarse en
tiempos de pandemia. Ustedes han elaborado ciertas producciones en Streaming,
donde no se han limitado en la experimentación. Si bien estas últimas experiencias
no podemos nombrarlas como teatro, son experiencias que se pueden teñir con la
teatralidad. ¿Cómo ha sido trabajar en este formato y qué resultados nuevos han
visto?
Ha sido completamente extraño, árido, lleno de ansiedad, pero creo que también
desafiante e interesante. Desde el comienzo decidimos no participar en la
discusión de si “es teatro o no”, y nos gustó la idea de pensarlo como una especie
de televisión casera, algo que como televidentes insaciables nos pareció muy
entretenido. Hemos tenido diversos resultados y experiencias, algunas más
ansiosas e inmediatas, más basadas en el humor como de sitcom, ahí hemos
entrenado el tecleo para sacar nuevas historias y chistes en poquísimo tiempo: y
otras experiencias más cercanas a lo teatral en el sentido de lo artesanal, del oficio,
el ensayo, el rito que conlleva repetir una función. Eso además de los hallazgos
técnicos que hemos hecho, y que queremos ver si se pueden trasladar a lo
presencial, cuando esto ocurra.
Los Contadores Auditores es una compañía de teatro, pero también es una
productora, una marca. Me recuerda mucho a The Factory (más allá del lugar
físico) de Andy Warhol, y al mismo Warhol que produjo no solo su propia obra,
impulsó la carrera de otros artistas, como The Velvet Underground, a quienes les
produjo el disco homónimo (& Nico); considerado por la Revista Rolling Stone
como uno de los mejores álbumes de todos los tiempos. Ustedes, como Los
Contadores Auditores, han colaborado con la compañía Bonobo y con la Niña
Horrible. ¿Se sienten identificados con esta idea de ser una fábrica de creatividad y
arte, generadora, incluso, de un movimiento cultural alternativo chileno?
No me arrogaría el concepto de “fábrica”, jajá, pero sí creo que hay una
retroalimentación muy potente y a veces inconsciente en el teatro chileno. Esto
porque hay muchas personas que trabajan en distintas compañías, son muy pocos
los artistas escénicos que por elección o privilegio pueden darle exclusividad a una
compañía. Me gusta pensar el panorama del teatro chileno como una teoría de
conjuntos donde se intersectan elementos, hay otros que son sub-conjuntos, etc.
Creo que quizás el evento de premiación que hacemos anualmente (Los
Contadores Awards), que es mitad en serio, mitad juego, sí ha contribuido a una
especie de reunión, mezcla, encuentro –me cuesta nombrarlo- de distintas voces
del teatro santiaguino. Somos muy fans de nuestros colegas diseñadores y de
todos los que hacen teatro en realidad.
En la obra Emociones Artificiales experimentan con el teatro de documental, la
multimedia y la performance; una obra posmoderna o parte de la llamada “escena
expandida”. ¿Cómo llegaron a este lenguaje? ¿Fue deliberado o es parte de un
proceso de investigación?
Hace tiempo veníamos con las ganas de hacer una obra estilo “mockumentary” o
falso documental. Somos unos enamorados de la ficción y el llamado “teatro
documental” es algo que nos genera más distancia que cercanía, pero también nos
parece muy curioso que es algo que en los últimos años se ha hecho bastante. La
idea siempre fue reírnos del estilo y sus lugares comunes, pero al mismo tiempo
usarlo y entenderlo para imaginar una situación que, aunque falsa, podría ser
posible en un país como el nuestro.
En un solo año, Chile cambió tras el Estallido Social y junto al mundo, por la
pandemia del Coronavirus. ¿Cómo te sientes interpelado, como dramaturgo, por
estos acontecimientos?
Creo que es una sacudida en tantos niveles que aún no sé si lo he procesado como
dramaturgo. Siento que como me pilló escribiendo teatro comercial, de humor
puro y duro, no me afectó tan directamente en la escritura como a otros
compañeros que se dedican, por ejemplo, al teatro más político. Ahí me parece
más complicado: ¿Qué decir cuando todo está dicho en la calle? De todas formas,
siento que nada es lo mismo, que las palabras cobraron sentidos distintos:
violencia, dignidad, desigualdad… Uno se cuestiona para qué hace teatro si la
revolución ya está ocurriendo, quizás sólo es reunir a un grupo de personas y
hacerlas mirar algo en conjunto por una hora, ofrecerle un momento de pensar el
mundo de otra forma, no sé. Es algo que está ocurriendo aún, no tengo un análisis
terminado.
A Los Contadores Auditores les encanta el melodrama. En varias de sus obras
aparecen personajes de mujeres fuertes, a veces interpretadas por hombres. En el
melodrama latinoamericano (telenovelas mexicanas de los 80, principalmente)
siempre hay una villana. En la escena política chilena, particularmente en la
extrema derecha, tenemos a varias mujeres empoderadas, profesionales y de
carácter fuerte, pero que son defensoras del patriarcado, de las elites económicas,
del modelo neoliberal y no se identifican con el movimiento feminista. Mujeres de
las cuales podemos extraer expresiones crueles y pintorescas como: “Cualquier
patipelao` se siente con el derecho a insultar”, “matar gente es lícito con tal de
imponer tu proyecto político”, “para qué se queja tanto esta niña, si se quemó tan
poco”, “mocosos irresponsables, deberían estar todos presos”. ¿Han pensado en
crear un personaje basado en alguna de estas mujeres? ¿Se sentirían muy
expuestos si se hace de manera demasiado cercana a la realidad?
Siento que ya lo hemos hecho un poco, jajá. En la obra La Tía Carola incluimos
citas, por ejemplo, de la entonces directora de la Junji, Ximena Ossandón, que dijo
que su sueldo era “reguleque”. Eso encarnado en un personaje (La Tía Patty) que
era un compendio de señoras de derecha estilo María Angélica Cristi, Alicia Romo,
Evelyn Matthei. Después, en Safari para divorciadas, nos metimos en el mundo
de mujeres de clase alta. Fuimos a hacer una suerte de experimentación en
terreno a La Dehesa, por ejemplo, y los personajes grotescos que creíamos que
estábamos haciendo ¡en realidad existían! ¡La respuesta entonces es que sí lo
hemos hecho, y lo seguiremos haciendo! Jajá.
Algunas de sus producciones son obras para niñes o bien, como en la Tía Carola,
tratan el tema de la educación en los niñes. También, como en la obra Palo Rosa, la
estética infantil (juguetes, películas de Disney) se hace presente. ¿A qué se debe
este acercamiento al mundo infantil? ¿Cuál es la diferencia entre hacer una obra
de teatro para adultos a una para niñes?
Por un lado, somos muy consumidores de productos artísticos y de entretención
cuyo público objetivo son los niñes: Cartoon Network, Pixar, Disney, muchos
ilustradores infantiles, somos fans. Consciente e inconscientemente, eso se ha
permeado a nuestro trabajo. Creo que tiene que ver con lo directo que son, los
monos animados, por ejemplo, para contar sus historias. Hay menos tiempo
invertido en la retórica (porque los niños no tienen las herramientas para entender
sentidos figurados, por ejemplo) y se centran más en crear personajes que
entendiste “al tiro”. También creo que hay una libertad en estos personajes, que
las cosas para adultos han perdido. Un personaje puede ser una persona, pero
también un gato, un cebollín, un juguete, da lo mismo. No se cuestiona. Bajo estas
ideas nos hemos guiado para hacer teatro para niñes, porque en cuanto al tiempo
invertido, a la seriedad en el trabajo, es lo mismo que hacer una obra para
grandes.
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"emociones artificiales"
Las entrevistas de Interdram 2020, cuentan con el apoyo de Fondart Nacional, línea Difusión, convocatoria 2020. Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio. Chile.
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